LOS LIBROS

Aquello era un pueblo ficticio, con casas como huesos enterradas en la arena, la iglesia arrodillada al pie de la torre y el viento trepando las sombras, levantando en la noche esas sombras que allí vivieron, que a David le parecía que vivían  de nuevo porque sintió  la presencia de mujeres vivaces caminando por las calles empedradas, la sombra de un viejo sonreido sentado en la plaza, iluminado por la luz del anafre, una mujer gorda con cara de abuela, que avivaba los carbones mientras freía las empanadas. Hasta se escuchaba el chisporroteo del aceite y entre las fosforescencias nocturnas, detrás del cementerio, el pueblo cobraba vida. David creyó ver la luz roja del bar alumbrando la pista de baile. Se oía el roce de las sandalias sobre los mosaicos, el choque de las botellas, la risa de una mujer que reía con el sonido de los alcatraces y en medio de todo aquello, volvió a preguntarse cuál podría ser el significado exacto de la revolución que llevaba por dentro. Se sintio defraudado, la realidad que tenia por dentro era muy distinta a la que habia afuera, habia escogido un camino para propagar odio y sembrar terror entre seres inocentes que amaban la vida.

Aquella noche, David se persigno, beso su dedo gordo y abandonó la guerrilla para siempre…. (de la obra La Pasajera de la Revolución)